Me pasó en El Salto, a mitad de una ruta que juraba tener dominada. “No puedo, no puedo, no puedo”, repetía mi mente como si fuera un mantra maldito. Las manos se me cerraban, el cuerpo ya no respondía. Me caí. No por la vía. Por lo que me dije.
Ahí entendí que entrenar el cuerpo no basta. Que la cabeza también escala. Y que el autodíalogo –eso que nos decimos en silencio antes de un crux, en la primera chapa o en el intento número 17– puede ser nuestro mayor aliado… o el primero en soltarnos la cuerda.
Este artículo no es sobre optimismo barato. Es sobre entrenar la mente con el mismo respeto con el que cuidamos nuestras manos. Porque si queremos escalar con conciencia, necesitamos mirar hacia adentro, escuchar lo que nos decimos y aprender a hablarnos como nuestro mejor compañero de cordada.
Contenidos
¿Qué es el autodíalogo en escalada?
Cuando hablo con otros escaladores y les pregunto qué los detuvo en un intento, muchas veces no es una presa, ni una falta de beta. Es una frase. Algo que se dijeron justo antes de dudar.
El autodiálogo es ese flujo de pensamiento interno que todos tenemos. En la vida cotidiana puede pasar desapercibido, pero en la roca, donde estamos más expuestos, sale con fuerza.
La ciencia lo respalda. Un estudio de Hardy, Hall y Hardy (2005) comprobó que el autodiálogo positivo mejora la ejecución técnica, especialmente en tareas complejas como los deportes de precisión y control… como escalar.
En mi caso, descubrí que mi diálogo interno era más duro que cualquier juez. Frases como “si no paso hoy, ya no vale la pena” o “no soy lo suficientemente fuerte” se colaban como zancadillas invisibles.
Detecta tu voz interna
El primer paso: darte cuenta
Puede parecer básico, pero no lo es. La mayoría no está consciente de lo que se dice a sí mismo. Empieza observándote:
- ¿Qué te dices antes de colocarte las gatos?
- ¿Qué piensas si fallas?
- ¿Cómo te hablas después de un buen pegue?
Te propongo un mini ejercicio:
Durante tres sesiones, lleva una libretita o usa la app de notas de tu celular. Después de cada intento, anota brevemente lo que te dijiste. No lo filtres. Solo observa.
Lo que descubrimos al escuchar
Te sorprenderás. A veces repetimos frases de alguien más (“yo nunca fui bueno para esto”, “tú eres el fuerte del grupo”), o juicios camuflados de humildad (“yo solo vengo a ver”).
Cuando lo ves escrito, cambia algo. Como si esas frases pudieran salir a la luz.
Frases ancla: cómo redirigir el pensamiento
Redirigir no es negar
Redirigir el autodiálogo no es ignorar lo difícil. Es elegir cómo encuadramos la experiencia. Entre “no sirvo para este crux” y “todavía no tengo este crux” hay una brecha de oportunidad.
En Belay usamos el concepto de frases ancla: pequeñas afirmaciones conscientes que usamos como cuerdas mentales para sostenernos en momentos clave.
Ejemplos reales de frases ancla:
- “Respiro y vuelvo a probar”
- “Esto también es parte del proceso”
- “No es fuerza, es foco”
- “Todo cuenta”
- “Mi cuerpo aprende incluso cuando no encadeno”
Haz tus propias frases. Escríbelas, repítelas. Como si fueran parte de tu equipo. Yo las tengo anotadas en mi diario de escalada.
🧗♀️ Tip pro: dile a tu belayer que te recuerde tu frase ancla si nota que estás en modo sabotaje. Es un acto de cuidado mutuo.

Rodéate de lenguaje positivo
Tu cuerpo escucha
¿Sabías que, según la neurociencia, el lenguaje activa no solo redes cognitivas, sino también musculares? Lo que te dices influye en cómo se activa tu cuerpo. Si te repites “esto es imposible”, el cuerpo se contrae, se protege. Se limita.
No es solo lo que te dices. Es lo que escuchas
Rodéate de personas que se hablan bonito. Que se dan chance. Que fallan sin insultarse. Que celebran el intento, no solo el encadene. A veces, cambiar de grupo es más potente que cambiar de entrenamiento.
Haz un acuerdo con tu crew:
- No bromas auto-limitantes.
- Felicitar los avances, por pequeños que sean.
- Reírnos juntos, sí. Pero sin dañar nuestro propio proceso.
Conclusión: tu mente también entrena
No necesitas convertirte en un gurú del mindfulness ni repetir afirmaciones frente al espejo (aunque si te sirve, adelante). Solo necesitas escucharte un poco más. Con compasión, con honestidad. Y redirigir cuando sea necesario.
La próxima vez que estés colgando de una presa que no sabes si vas a aguantar, pregúntate:
¿Qué me estoy diciendo ahora mismo?
Y si no te sirve… cambia el canal.
Porque no solo escalamos con los dedos. Escalamos con lo que creemos posible.